José Mª Jordán Galduf és excatedràtic d´Economia de la Universitat de València.
Hace unos días volví a encontrarme con ella, casi por casualidad, en el edificio histórico de la Nau de la Universidad de Valencia. Suele ir allí con frecuencia y hemos tomado café en alguna ocasión. Esta vez hablamos de pie en el claustro mientras contemplábamos desde la sombra la figura de Luis Vives. Le di la enhorabuena por su última distinción (el Premio XL Semanal 2024 en la categoría de Pensamiento) y me contó la ceremonia celebrada al respecto en la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando (los otros premiados fueron Antonio López, Valentín Fuster y Francisco Arango en las categorías respectivas de Creación, Ciencia y Valores).
Allí habló sobre la razón y la emoción, que se hallan unidas al pensamiento y
son dos lados fundamentales para los seres humanos. La razón no solo es una razón lógica, sino también la razón del corazón. Y la emoción no se presenta a menudo de una forma solamente pura, sino como parte de una exploración (con argumentos, razones, fundamento).
Las dos tienen que ir juntas, insiste Adela Cortina, razón y emoción. En ese
sentido, se alegró mucho del premio recibido en la categoría de Pensamiento, algo que consideraba extraordinario. A su modo de ver, el pensamiento y la filosofía deben servir para cambiar las cosas y lograr hacer un mundo mejor, actuando todos juntos.
Pero el pensamiento se puede entender de muy diversas maneras. A su juicio, hay una forma de entenderlo que resulta impresentable: la que entiende el pensar como maquinar, viendo cómo se pueden sacar las mejores posibilidades para lograr el medro personal. Maquinar no es pensar en la colectividad, sino en uno mismo (o en su propio grupo) excluyendo a todos los demás.
Ahora bien, un pensamiento que es excluyente no es verdaderamente humano.
La otra forma de pensamiento que es la que de verdad interesa a Adela Cortina (y hay que potenciar) es la de carácter dialógico. Las personas somos seres en diálogo (y aquí Adela Cortina cita a Hölderlin). Dialogamos incluso cuando vamos pensando a solas. No tenemos más remedio que estar en relación unos con otros, siendo interlocutores válidos unos para otros.
A la postre, el pensamiento no tiene que ser excluyente, sino todo lo contrario: el pensamiento debe ser inclusivo, pensando en diálogo, argumentando unos con otros para tratar de conseguir acuerdos y encontrar entendimiento.
De pronto, Adela se gira hacia mí y con una amplia sonrisa, llena de inteligencia y bondad, concluye a modo de una despedida: creo que este es un buen momento para potenciar un tipo de pensamiento que vaya encaminado al entendimiento y el acuerdo, que acabe con las polarizaciones. Ello es posible, porque expresa el deseo de la mayoría
de la ciudadanía, construyendo todos juntos convivencia y comunidad. Eso que tanto os interesa potenciar en vuestra Aula de Ciudadanía.
Me quedo solo frente a la estatua de Luis Vives y entonces me vienen a la mente las reflexiones de otra pensadora y escritora más joven: Irene Vallejo (autora de El infinito en un junco). De acuerdo con ella, viajar hacia la mirada de los otros constituye siempre un buen antídoto: “la convivencia necesita gente elástica”. Gente inteligente que no caiga en la intransigencia, sino que sea capaz de abrirse y abrazar lo ajeno en lo propio. Reconociéndonos en quien parece distinto, resistiéndonos a un alineamiento cerrado, porque toda sociedad es siempre híbrida y diversa, y la palabra “nosotros” contiene la palabra “otros”.