Avui Juli ha consumat la seua vida d’entrega total a les persones, sobretot als mes pobres i exclosos i ha transmés el seu esperit, alegria i dinamisme a moltes comunitats. Este Grup és especialment deutor de Juli, de la seua perseverant animació i acollida. Fa tres anys celebràrem a la Malva-rosa l’últim recés de Nadal. Juli era conscient de la seua greu malaltia i ens va donar a alguns amics un text per fer-lo públic a la seua mort. Amb dolor per la seua absència corporal (havíem programat just per a demà un recés a la parròquia que ell mateix volia com a comiat) però amb gran agraïment a tots el dons rebuts, ens unim a este Testament de Juli. AD.
TESTAMENTO ESPIRITUAL DE JULIO CIGES MARÍN
Bendito sea Jesucristo, mi Señor. Él ha sido y es el centro y el fundamento de mi vida. En Él he puesto mi confianza y Él ha sido la causa y el motor de mi vida y de todas mis actuaciones. En la limitación y la precariedad de esta vida he experimentado, en Jesucristo, el sentido profundo de la existencia humana y me ha llenado de plenitud y de alegría.
Doy infinitas gracias a mi Señor Jesús, por el cual he conocido y vivido el inmenso y extraordinario amor de Dios, nuestro “Abba”. Gracias a Jesús he descubierto permanentemente la gran misericordia de nuestro Dios, su infinita ternura y compasión y la gran verdad de que Él “no abandona nunca la obra de sus manos”.
Constantemente y en todas las circunstancias he sentido la presencia benevolente de nuestro Dios como la realidad más íntima y profunda de la vida y he experimentado que el aliento de su Espíritu me ha acompañado siempre, me ha dado fuerzas en mis proyectos y decisiones y me ha superado en mis flaquezas, miedos y temores.
Ante este amor tan grande, inexplicable con palabras humanas, reconozco conmovido mis infidelidades a este amor de Dios y pido perdón de corazón al buen Dios por los pecados que he cometido y los fallos y las mezquindades que he tenido a lo largo de mi vida. Lo hago embargado de la confianza profunda que siempre he sentido al pronunciar su santo y bendito Nombre.
Por eso pido perdón por las veces que no he sido ejemplo y testigo de este amor de Dios ante mis hermanos y hermanas. Y pido perdón, especialmente, a las personas a las que haya ofendido de alguna manera o haya causado algún tipo de dolor, decepción o escándalo. A pesar de mis limitaciones y errores, nunca ha sido mi intención causar mal ni despreciar a nadie.-AI contrario: en toda mi-vida he procurado guiarme por el principio paulino de “no devolver a nadie mal por mal” y por el ejemplo de Jesús, quien “pasó por la vida haciendo el bien”. Como Él también yo, a pesar de todo, he deseado hacer todo el bien posible.
Desde esta perspectiva y con la gracia de Dios, he intentado ajustar mi vida al estilo de Jesús siguiendo el mensaje de las Bienaventuranzas. Por eso he procurado vivir con simplicidad y pobreza evangélica en los barrios de la periferia, estando cerca de la gente pobre y trabajando por un mundo nuevo habitado por mujeres y hombres nuevos.
Siempre me ha interpelado la llamada de Jesús a construir su Reino en este mundo. Sólo desde esta motivación, he buscado comprometerme en la transformación social hacia una sociedad más justa, libre, solidaria y fraterna, que luche contra toda clase de pobreza y marginación y facilite la vivencia de los valores del Reino.
Con el convencimiento de que la Iglesia, mi otro gran amor, es para el mundo y debe organizarse y actuar siempre en función del mundo y para su salvación, he querido comprometerme también en su transformación, para que pueda reflejar permanentemente el rostro liberador de Jesús, presentarse como “luz de las gentes” y ser “un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”.
Mi empeño de contribuir a desarrollar las intuiciones liberadoras del Concilio Vaticano 11 me ha supuesto experimentar las incomprensiones y los recelos de algunos miembros de la Iglesia no dispuestos a favorecer decididamente su puesta en práctica. Esto ha producido en mí grandes sufrimientos al comprobar que se optaba por una línea conservadora que parecía querer enterrar la corriente renovadora del Concilio Vaticano II.
No obstante ahora, en el ocaso de mi vida, ha surgido de nuevo una luz de esperanza con el papa Francisco. El que, después de tantos años de travesía por el desierto y casi de exilio, haya aparecido un papa que reivindica lo que desde mi juventud he defendido, me llena de gozo y esperanza. Por eso pido al Señor que toda la Iglesia camine junto a Francisco para volver a las fuentes del Evangelio y recuperar la primavera de la Iglesia que supuso el Concilio, animando la esperanza del pueblo y su futuro liberador.
Y, ya para acabar, doy infinitas gracias a Dios por la vida que me ha tocado experimentar y que me ha hecho comprender que nos movemos en un inmenso océano de gracia. Toda mi vida ha transcurrido en una gran atmósfera de cariño, ternura, amor y amistad que me hace estar profundamente agradecido.
Y quiero expresar este enorme agradecimiento empezando por mi familia, que siempre me ha cuidado con tanto amor, cariño y respeto y me ha hecho crecer con tanta confianza, estima y seguridad. No tengo palabras para manifestarle mi agradecimiento.
En segundo lugar quiero recordar a mi querido pueblo de Anna y a sus gentes. ¡Cuánta simpatía, admiración, acogida y preocupación me han dispensado continuamente! Siempre han hecho que me sienta como en mi propia casa y entre los “míos”.
Y, ¡cómo no!, quiero agradecer el inmenso afecto, la gran amistad y acogida de las tres parroquias a las que he servido en el ministerio presbiteral. Es impresionante el cariño recibido de sus gentes, tanto creyentes como no creyentes. Realmente me han ayudado a ser sacerdote del pueblo, para el pueblo y con el pueblo. En ellas he aprendido a ser creyente y a vivir la fe comunitariamente. En ellas me he humanizado y he encontrado verdaderos amigos y amigas, compañeros y compañeras de camino.
Y este mismo sentimiento tengo que manifestar para los miembros de otros grupos, movimientos y comunidades con los que he compartido la amistad, la fe y el compromiso por un mundo nuevo y una Iglesia más evangélica.
Por todo lo manifestado aquí, al acabar mi testamento espiritual he de insistir en que todo ha sido un derroche de don y de gracia que me ha hecho vivir con gran agradecimiento y alegría. Con gozo puedo proclamar, gracias a la magnanimidad del entrañable amor de Dios, que he degustado, ya en esta vida, lo que espero gozar, por su gran misericordia, en la plenitud de la vida en Dios.
Desde esa experiencia vivida afronto con serenidad mi enfermedad y me pongo en las benditas manos de Dios uniéndome en la plegaria a tantísima gente que intercede por mí ante el Señor.
La fe no defrauda nunca y por ella confío en que, cuando acabe mi vida en este mundo, podré participar de la vida de Dios que con tanta ansia he deseado: JO TINC SET DE TU, TINC SET DEL TEU AMOR. JO TINC SET DE TU, OH FONT DE LLIBERTAT.
Desde su presencia, que confío me concederá disfrutar el buen Dios, viviré la comunión con quienes os quedáis en este mundo, intercediendo ante el Señor de la Historia para que sigáis trabajando incansablemente por el proyecto de Jesús hasta que Él venga en la plenitud de los tiempos. Amén.
Julio Ciges Marín (NAVIDADES DE 2019)