¿Qué tenemos los unos contra los otros?

Josep. M. Jordán Galduf ha sigut  catedràtic d’economia aplicada en la Universitat de València, autor de molts llibres sobre Europa i el Mediterrani, conegut pel seu compromís cívic al capdavant de la Cooperación  Universitaria Valenciana. Aconsellem el seu últim llibre “ El Rumor de la Fe. Un camino de búsqueda personal” Edeta Editorial 2018.
Article publicat en http:laveudelliria.com/2020/05/30

LLETRES D’HORABAIXA

¿QUÉ TENEMOS LOS UNOS CONTRA LOS OTROS?

Josep Mª Jordán Galduf

Creo que resulta muy preocupante la creciente tensión y crispación política que está viviendo nuestro país, más aún en estos tiempos tan duros de crisis sanitaria y económica. Ello no nos beneficia en nada, ni en las relaciones personales ni en la gestión de los problemas y los asuntos colectivos. En las relaciones personales, porque estas acaban viéndose enrarecidas por el mal clima político. En la gestión pública, porque la falta de unidad hace más difícil el logro de unos objetivos o aumenta los obstáculos al respecto. ¡Y en la actualidad estamos luchando, nada más y nada menos, contra toda una pandemia!

¿Qué nos está sucediendo? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué es lo que pretenden quienes promueven o propagan tan mal ambiente político? ¿Cómo estamos respondiendo cada uno de nosotros, en nuestra vida cotidiana, ante dicha situación?

Hace falta un debate político más racional y cordial. Y un mejor ejemplo en las actitudes de algunos líderes al conjunto de la ciudadanía. Es lógico, y hasta saludable, que haya controversia y distintas visiones políticas. Pero no es razonable ni deseable tanto enconamiento y la carencia de buenas maneras. Todo no vale en la política, como tampoco en ninguna otra área de actividad (pública o privada). Ante todo, está la decencia, la ética, el respeto hacia los demás y hacia uno mismo; el valor del diálogo y la ausencia de violencia verbal o de cualquier otro género.

La pluralidad de posturas políticas se fundamenta en la diversidad de formas en que pueda llegar a interpretarse lo que es el bien común. Por ejemplo, si conviene una mayor o menor presencia del sector público en la educación, en la sanidad o en otros servicios; o en el tipo de esfuerzo fiscal que cabe implementar para financiar las distintas funciones de los poderes públicos; o en cómo organizar territorialmente el Estado.

Todo ello se puede debatir contrastando argumentos y evaluando  experiencias. Sin necesidad de recurrir a los insultos y las descalificaciones. Esas malas prácticas degradan y desgarran la sociedad de arriba abajo. El razonamiento y la ponderación se suplen por el vocerío y la capacidad de influencia mediática, por los bulos y la mala utilización de las redes sociales. Además, está el recurso a la simplificación populista, o a la apropiación indebida de los símbolos del Estado y de la misma religión.

Creo que es preciso pedir que actuemos todos con la mayor responsabilidad posible. Desde los dirigentes al más alto nivel de cada partido hasta cada uno de los ciudadanos de a pie en general. Somos una sociedad compleja y plural, pero tenemos capacidad para entendernos y hacer funcionar bien nuestra democracia.

No tenemos nada los unos contra los otros. Al revés, en base a la Constitución formamos parte de una sociedad que nos une como ciudadanos (incluso en la diversidad de posiciones), y en base a nuestra humanidad formamos parte de una comunidad que nos une como hermanos (incluso en la diversidad de creencias). La unidad hay que entenderla como un compromiso posible y necesario, vinculados como estamos en la exigencia de realizar juntos una tarea común.