PRECAUCIÓN Y PRUDENCIA

Daniel Plà Tormos és membre del Grup Cristià del dissabte

PRECAUCIÓN  Y  PRUDENCIA  (Frente al miedo y la superficialidad)

Nunca será el miedo una opción cristiana: así nos lo recordaba hace unos días el Evangelio de Marcos (4, 35-40) en medio de un montón de parábolas que nos enseñan a cuidar y alimentar nuestra vida de fe. Por no hablar de la habitual superficialidad que domina en nuestro mundo y hasta en muchos sectores de la Iglesia.

Es posible que los presbíteros  seamos de algún modo responsables de ello al acompañar mal a los fieles a la hora de ayudarles a tomar sus opciones morales. Y eso, a pesar de que es nuestra verdadera tarea de servicio pastoral.

Sin embargo, quizá no sea eso lo malo: lo que, de verdad, no vale de manera alguna es que casi siempre lo hacemos en un sentido muy  negativo. A pesar de los consejos de los últimos papas (especialmente el papa Francisco), acentuamos con excesiva frecuencia lo que se convierte en triste amenaza, y que suele llevar a un sentimiento de verdadero “miedo al pecado”; y nos olvidamos con demasiada frecuencia del valor pastoral de la “ayuda/consejo” que invite a optar personalmente por el bien: la verdadera ayuda pastoral consiste en señalar lo mejor para todos, de modo que se adecúe al mensaje de Jesús.

Es verdad que, en muchos ámbitos de la vida, no disponemos de una preparación adecuada para “señalar” lo que podría ser mejor (especialmente en cuestiones de política), y nos limitamos a mostrar los límites de lo que viene “mandado” por el Derecho Canónico o las arraigadas “normas” de una sabida (cuando no “desfasada”) moral cristiana habitual o remitirnos sólo a lo que pueda tener una acogida común o considerada “normal” en nuestro aburrido mundo.

Es algo que domina en gran medida la vida cristiana. Pero mi “aviso” viene redactado a propósito del anuncio de una posible propuesta legal que establecerá la “no obligación del uso de la mascarilla” ante el hecho estadístico de la llamada “vacunación de rebaño”; lo que para muchos se podría convertir en el simple “dato oficial” de que podremos eliminar el miedo al “reproche social” o a la multa correspondiente que en su día se estableció sin demasiada precisión legal.

Frente al más que probable desconcierto que probablemente se va a producir, quedándonos sólo en la “no obligación” de usar la mascarilla,  necesitamos redescubrir el valor moral, ético y político de la “opción personal” cuando -de algún modo- ello dependa de nuestra personal decisión que debería ser discernida.

Es entonces cuando -desde la precaución y la prudencia- gozaremos de la mayor y más valiosa oportunidad para tomar opciones personales, que es lo que marca la responsabilidad moral y no el desconcierto o la superficialidad que parece se va a producir en nuestro mundo.

Y es que toda nuestra vida -humana y cristiana- ha de regirse fundamentalmente por el valor o contravalor de lo que hacemos (sirviéndonos en lo posible, eso sí, de la ayuda que nos ofrecen las diferentes leyes, de valor desigual) siempre desde nuestra meditada y razonada opción personal.

Sería muy triste (porque luego vendrían las lamentaciones) que prescindiéramos de la “prudencia” y el discernimiento que se derivan de nuestra “valoración” personal -alimentada por nuestra fe- y que luego viviéramos obsesionados por las consecuencias de lo ocurrido si de nuevo las cifras de infección tuvieran algún “repunte”, o si (¡Dios no lo quiera!) alguien cercano a nosotros fuera víctima mortal de ella. Nos daríamos cuenta entonces de que ni el miedo ni la despreocupación superficial pueden ser nuestros consejeros; y que lo que necesitamos es precaución y prudencia para llevar nuestra peregrinación por este mundo que tan plagado está de riesgos y de triste superficialidad.

Daniel  Plà, sacerdote, 21, VI, 2021