Deme Orte és membre del Grup Cristià del Dissabte.
Me he tomado la molestia de leer el documento “Fiducia supplicans”…
La primera impresión es de rotundidad: “La presente Declaración se
mantiene firme en la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio,
no permitiendo ningún tipo de rito litúrgico o bendición similar a un rito
litúrgico que pueda causar confusión”. Se refiere a la “posibilidad de
bendiciones de parejas en situaciones irregulares y de parejas del mismo
sexo”… “para no producir confusión”, ya que “no pretenden la legitimidad
de su propio status”, “evitando que se conviertan en un acto litúrgico o
semi-litúrgico, semejante a un sacramento”(n.36).
Junto a bonitas palabras: “la Iglesia es el sacramento del amor infinito de
Dios”(n.43), distingue las bendiciones como “sacramentales” (se bendice
el agua, animales, una casa, los campos, una persona que la pide…) de la
bendición que se da en el sacramento del matrimonio: “la Iglesia no tiene
el poder de impartir la bendición a uniones entre personas del mismo
sexo” (n.5). Se bendice a las personas, pero no la unión… “Se trata de
evitar que se reconoce como matrimonio algo que no lo es”(n.4)
Una de cal y otra de arena. Un gesto de apertura, como el Papa Francisco:
”quién soy yo para juzgar…”, pero una cerrazón- “la Iglesia no puede…”.
Bendecir sí, pero no legitimar nada. ¡Que no se produzca confusión!
Ambigüedad vaticana: doctrina inclusiva en abstracto: “el amor infinito de
Dios”, pero discriminación práctica: “no se debe ni promover ni prever un
ritual para las bendiciones de parejas en una situación irregular”… ¡Qué
pena esa brecha entre la doctrina tradicional de la Iglesia y el mensaje
evangélico de liberación, de misericordia y de amor!
Qué pena de una visión tan negativa de la sexualidad y tan sospechosa del
amor. Tan sublimada farisaicamente en la virginidad y el celibato, y tan
vergonzosamente vivida en represión, abusos, pederastia y encubrimiento
clerical. Qué pena de tanto armario en las sacristías y tanto confesionario
de culpabilidad. Qué pena de tanto amor castigado.
Dios es Amor, y donde hay amor allí está Dios (son afirmaciones
tradicionales), pero falta hacerlas creíbles cuando hay amores… diversos,
incluso posiblemente confundidos. Qué pena que no haya obispos herejes
que discrepen de la doctrina tradicional, o si discrepan que no lo
expresen… Y queda el conjunto de la Iglesia como homófoba y
discriminatoria. Y cuando hay una declaración levemente aperturista la
tildan de innecesaria y que defrauda. Qué pena de tanta oposición a la
renovación evangélica de la Iglesia que propone Francisco, y de resistencia
al proceso para caminar hacia una Iglesia sinodal.
Benditas bendiciones: bendecid, no maldigáis.
Bendita homosexualidad que hace posible el amor entre personas del
mismo sexo. Bendita diversidad LGTBIQ+ que hace posibles tantos amores
diversos. Benditas uniones que muestran y hacen real el amor.
Benditas las mujeres de la Revuelta que quieren la igualdad con que Jesús
las trató. Benditas las mujeres sabias que interpretan el Misterio del Amor
con palabras diferentes a la Biblia y al Derecho Canónico. Benditas las
mujeres libres, liberadas y liberadoras, empoderadas y empoderadoras
frente a la sumisión y discriminación del patriarcado y el clericalismo.
Benditas las personas herejes, las infractoras, las rompedoras de moldes,
las rosaparks que no ceden su asiento, las teresas de Jesús y doctoras de la
Iglesia aunque no se les escuche. Benditas las Presbíteras Católicas que
existen aunque no se las quiera ver ni oír ni aceptar. Benditas las mujeres
de Moceop y de las Comunidades de base que piensan, que dicen lo que
piensan y hacen lo que dicen.
Benditas las comunidades de base inclusivas y herejes, que hacen su
propia teología sin permiso de Roma, su propia liturgia sin el visto bueno
del obispo, que viven el evangelio en las periferias, lejos de las sacristías,
que predican con el ejemplo y con el silencio religioso, que sueñan otro
mundo posible y otra iglesia necesaria.
Benditas uniones de parejas del mismo sexo, y bendito matrimonio
igualitario. Sí, bendito, y matrimonio (sin eufemismo que lo agüe). Como
yo he tenido la suerte de concelebrar y bendecir y dar gracias.
(Deme Orte