¿CÓMO ESTARÍA EL CAMPO LLENO DE NEGROS TRABAJANDO SI NOS DIERA MIL EUROS EL ESTADO?

Daniel Zerbo és vicepresident del “Alto Consejo de Malienses d´Espanya”. Estudià enginyeria i màsters en cooperació al desenvolupament i moviments migratoris.

¿Cómo estaría el campo lleno de negros trabajando si nos diera mil euros el Estado?

Daniel Zerbo es vicepresidente del Alto Consejo de Malienses de España. Se considera tan de Mali como pacense, puesto que en Badajoz ha vivido años plenos y felices. Estudió la carrera de ingeniería y másteres en cooperación al desarrollo y movimientos migratorios, y define el nuestro como un país acogedor, abierto y nada racista. Pero las cosas, dice, están cambiando. “El discurso xenófobo está desgraciadamente convenciendo a cada vez más gente”, advierte. Tras los disturbios de los temporeros de Albacete, Zerbo se ha ofrecido a mediar entre estos trabajadores y el ayuntamiento. Explica que el entramado de instituciones, sindicatos y empresarios agrícolas se han encontrado ahora con una patata caliente, pero que los problemas vienen de muy atrás. Me atiende por teléfono para contarnos la cara oculta de una noticia que ha dado pie al sensacionalismo más abyecto.

PREGUNTA. Dime, Daniel, cómo es la vida de un temporero.

RESPUESTA. El temporero es un gran desconocido, aunque está muy presente en el día a día de todo el mundo cuando vamos a comprar al supermercado. Estas personas van moviéndose de un sitio a otro según temporadas, para recoger la cosecha. Cuando termina la campaña de la fruta, se van a la vendimia. Y así pasan muchos meses de sitio en sitio, haciendo un trabajo durísimo. Me gusta definirlo como una comunidad plural, llena de diferencias internas, que ofrece un servicio esencial por desgracia en unas condiciones que demasiadas veces son penosas. Muy pocos españoles quieren hacer este trabajo, y es por algo. Créeme: trabajan durísimo.

P. ¿Cuál era la situación de los temporeros en Albacete y qué es lo que ahora ha estallado?

En Albacete hay una colonia fija de inmigrantes que trabajan en el campo, y que a veces viajan meses fuera de su casa, donde tienen a su mujer y a sus hijos, para las temporadas de fruta. La inmensa mayoría es gente con papeles, regularizada. Y cada año, llega también a Albacete una afluencia de trabajadores en las temporadas de recogida de la cebolla, el ajo, etcétera, porque no hay mano de obra suficiente. Entonces, cuando por ejemplo hace falta recoger la cebolla, dado que se precisan muchos brazos, porque el campo no espera, llega una gran población extra. Unos han estado en otras provincias españolas trabajando, y otros vienen de Italia. La situación cambia según comunidad autónoma, y casi te diría que de explotación en explotación, pero en Albacete lo que ocurre es que existen intermediarios entre el agricultor y la mano de obra. Estos intermediarios suelen ser gente de Mali, Senegal o Rumanía que “prestan el servicio”, entre muchas comillas, de conseguirle al agricultor la mano de obra que necesita en cada temporada

P. ¿Por qué “entre comillas”?

Porque con lo que nos encontramos es con unos listos que reciben del agricultor los salarios y se lo racanean a los trabajadores. Si el agricultor paga 8 euros la hora, a lo mejor el temporero está recibiendo 5, 6 o 7. Son estos intermediarios los que, en el caso de Albacete, habilitan unas naves abandonadas en la carretera como alojamiento, y este “habilitan” debe ir de nuevo entre comillas. Las condiciones de salud o confort mínimo son inexistentes. Para una persona que solo va a estar dos o tres meses en Albacete, cobrando muy poco dinero y sin empadronar, lograr una vivienda mejor es imposible a no ser que los agricultores se hayan organizado, como ocurre en otros sitios, y ofrezcan alojamiento temporal. Para que te hagas a la idea, los intermediarios cobran a los temporeros hasta el desplazamiento en furgoneta desde la nave hasta el campo, cinco euros. De manera que la situación es muy precaria.

P. No es un problema que venga de este domingo pasado, claro.

No, qué va. Llevamos quince años así. Hay dos grandes problemas. Primero, las autoridades municipales deberían organizarse para facilitar el padrón temporal a la gente que viene a recoger las cosechas, porque sin el padrón no hay nada que hacer, cualquier trámite es imposible. Segundo, los agricultores y los sindicatos deberían organizarse para ofrecer a estas personas unas condiciones mínimas de bienestar, y liberarse de los intermediarios, cuyo trabajo por cierto no es legal. Los temporeros no piden ningún lujo, nunca han dado problemas y no quieren vivir del cuento como dicen esos irresponsables de la ultraderecha: solo quieren trabajar, y trabajan muy duro para que la verdura y la fruta llegue a los mercados.

P. El domingo pasado hubo disturbios. ¿Qué los desencadenó?

Mira, todo esto empieza porque hay casos positivos de coronavirus en el asentamiento, aunque como te digo viene cebado por unas condiciones previas miserables que vienen de muy atrás. El caso es que, ante los positivos, el servicio de salud se pone a hacer pruebas en el asentamiento y descubren varios casos, pero muchos de los temporeros no entienden, porque no se les ha explicado bien, que tú puedes encontrarte bien de salud y tener el virus. Así que, cuando les dicen que no pueden trabajar y que los van a confinar en un pabellón, aislados, hay personas que se calientan. Ellos quieren trabajar para ganar dinero, es a lo que han venido, y empiezan los problemas. Es curioso, pero la chispa que prende la mecha es finalmente lo que les están dando de comer. Son unos pocos los que la lían, hay que remarcarlo.

P. Lo ha remarcado hasta el comisario de la policía de Albacete, que dijo, en una rueda de prensa junto al alcalde, que los disturbios los provocó una minoría y que muchos de los temporeros mediaron y trataron de tranquilizar al personal.

Claro, así es. Sin embargo, aunque la mayoría de las personas no rompió un plato y trataron de explicar a sus compañeros la situación, se ha estigmatizado al temporero en bloque. Mira: yo tengo miedo hasta de hablar contigo, siempre es un problema hablar con la prensa. Porque sí, denuncio una situación, pero quiero remarcar en todo momento que España es el país que amo, y como yo muchos de los temporeros de Mali y de los demás países. Venimos a trabajar, no a causar problemas, y España nos necesita tanto como nosotros a ella. Así que es muy triste y muy preocupante que este discurso mentiroso sobre el inmigrante esté calando en esta sociedad, que es la mía. Se hace difícil denunciar los problemas cuando parece que, por hacer una crítica, estés haciendo una enmienda a la totalidad.

P. No creo que estés haciendo ninguna crítica a España, sino a una evidentísima descoordinación y a un desinterés, casi te diría a una dejadez, por las condiciones de vida de unos trabajadores.

Exacto, y así es como quiero expresarlo. Me avergüenza, por ejemplo, cómo funcionan los sindicatos en España. En Francia es diferente, pero aquí resulta penoso. Para una población como la de los temporeros, un sindicato es importantísimo, porque casi nadie vela por sus derechos laborales o sus condiciones de vida. Van de campo en campo a expensas de encontrarse con un agricultor bien organizado que haga las cosas bien, pero como te digo esto no ocurre en todas partes. Se precisa hablar de soluciones a problemas concretos. Y repito: el campo español necesita a esta gente, ninguna cosecha espera.

P.¿Te parece que se estigmatiza a los inmigrantes por disturbios como los del otro día?

Sí. Y es aterrador. En la xenofobia encuentro algo de ingenuidad: la gente que se convence del discurso de Vox no sabe nada de nosotros. ¿Para qué iban a estar los campos llenos de negros matándose a trabajar si nos dieran mil euros del Estado? Quien se cree esos bulos, ¿no se da cuenta de que no se vería un solo negro en el campo si esto fuera verdad? Pero es como darse con una pared. Mira, yo soy de Mali, y soy cristiano, así que ya he experimentado en mi país lo que es formar parte de una minoría. Aquí he estudiado en los salesianos, he sacado mi carrera y mi máster, soy uno más. Pues últimamente me pasan cosas inauditas. Me preocupa. El otro día intenté ayudar a un señor mayor y me ladró: ¡Vox! O te hablan en infinitivo, como si fueras un personaje de Tarzán. O creen que por ser negro les vas a contagiar el coronavirus… Todo esto es nuevo, y es preocupante.

P. Hace falta más comunicación, y una comunicación franca.

Sí. Y es fácil establecerla. He dado muchas charlas en colegios, por ejemplo, y los chavales están encantados. Flipan cuando les cuentas cómo es tu país, están deseosos de conocer. Los prejuicios empiezan a florecer más tarde. Mi filosofía parte de la base de que hay que saber escuchar, y que nosotros tenemos que lucir también una actitud que no sea solo la denuncia, sino remarcar las muchísimas cosas buenas. Yo vivo en España por una decisión personal, ¡me encanta este país, lo considero el mío! Hablo francés perfectamente, así que podría irme a Francia, pero no quiero. Quiero vivir aquí, y que los malienses y demás inmigrantes que están en España quieran también a su país de adopción.

P. Hay muchos problemas que solucionar, y las condiciones laborales de los temporeros parecen muy urgentes.

Sí. Eran urgentes hace años, pero nadie ha querido mirar para allá. Hasta el coronavirus, la situación ha sido mala cada año en Albacete, ahora ha estallado. Muchas veces, lo que desencadena uno de estos problemas es una larga incomunicación. Sin embargo, ahora el problema está también encima de la mesa. Creo que tenemos que hacernos escuchar. No dudo de que hay mucha gente aquí, en España, que querrá escucharnos.