ENTREVISTA A CRISTÓBAL AGUILAR

ENTREVISTA A CRISTÓBAL AGUILAR

catedrático de Filosofia en E.M.

 

 Paco Gramage. Vamos a hablar con Cristóbal Aguilar. Su trabajo se ha centrado en la didáctica de la Filosofía y en el estudio de la Antropología filosófica y el Humanismo. Autor de un libro recientemente publicado por la editorial Dialogo: “CRISTIANISMO Y ESCLAVITUD. Una historia de convivencia y complicidad”. Es un tema que despierta nuestro interés y nos hace reflexionar.  Vamos a comenzar la conversación.

Cristóbal. Disculpa que te interrumpa, quiero hacerte una pregunta previa: ¿te parece agresivo el título?

Paco. Lo de complicidad suena a acusación condenatoria, tú dices que te limitas a explicar y niegas hacer juicios, pero es algo que debes aclarar.

Cristóbal. El título es cristianismo, y mi intención ha sido, dentro de mis posibilidades, abarcar a todas las iglesias cristianas, que en su conjunto representan el cristianismo. No entro en la polémica de si el cristianismo es algo más o distinto de la suma de las iglesias, y si se debe estudiar obviando el comportamiento de estas, porque en ese momento tendría que responder a la pregunta: ¿qué es el cristianismo en sí? Y no tengo respuesta, ni sé de nadie que la tenga.

Aclarado esto. Mi intención con el libro no ha sido escribir un manifiesto anticristiano, a lo que el tema de la esclavitud se presta muy bien por la muchas contradicciones e incoherencias en las que cayó. He pretendido hacer una exposición desapasionada de los hechos históricos teniendo en cuenta el contexto histórico, procurando evitar los juicios de valor desde el presente. Juzgar la historia desde las categorías morales del presente, algo que se hace mucho, es, para mí, falsear la historia y cometer una inmoralidad. Creo que esa acción tiene más que ver con la propaganda que con la búsqueda de la verdad.

Los hechos históricos tienen fecha y entorno ideológico, y sólo pueden comprenderse plenamente teniendo eso en cuenta. Me pregunto cómo nos juzgaran dentro de dos mil, mil o quinientos años. Si se nos juzga con las categorías de ese remoto futuro, seguro que será un desacierto.

Paco. Creo que eso está claro. Y ha venido bien el recordarnos elementos del análisis histórico que se olvidan con demasiada frecuencia. Ya que hemos empezado con el título, aclaremos sus elementos.

Cristóbal. Sólo un último detalle. Me da grima oír a cualquiera, pero especialmente a un historiador o un político decir sobre un pasado lejano: “Debió hacerse…, eso no tiene perdón….,” o más grave y más soberbio aún: “yo habría hecho”. Eso es puro narcisismo, puro lucimiento de cartón piedra, siempre me dan ganar de contestar: ¡Impostor!, en esas circunstancias ni tú ni nadie puede saber cómo se habría comportado.

Paco. Estamos de acuerdo. Pero entremos en la materia. En la presentación de la contraportada pones en boca de san Pablo: sed esclavos, obedeced a vuestros amos como si fuera el señor. ¿No es una acusación directa de esclavismo?

Cristóbal. Los requerimientos de Pablo a los esclavos para que se conformen con su estatus y obedezcan a sus amos están en las Epístolas, sólo hay que leerlas. Lo importante es responder a la pregunta: ¿es Pablo esclavista? Si por tal entendemos alguien que acepta sin escándalo la esclavitud, debemos concluir que Pablo es esclavista, y añadir: como absolutamente todo el mundo en su época. La esclavitud era, y siguió siendo, más de mil quinientos años, un universal cultural, por tanto, no hay que extrañarse de que Pablo un judío helenizado y romanizado, la viviese con naturalidad. Hay que señalar, aunque no podamos abundar en ello, que el concepto de esclavo de entonces y el actual nuestro son muy distintos. En Roma podemos considerarlo como un estatus social. No podemos entrar en esto, pero en el libro se explica con detalle.

Hay que señalar, además, dos hechos. Uno, la Iglesia, Pablo está construyendo la Iglesia, es una institución humana, creada y dirigida por hombres, por tanto, configurada por la ideología del momento y sometida a los intereses y pasiones humanas. En algunos momentos demasiado humanas. En ese contexto, la Iglesia y sus miembros eran esclavistas. Lo que nos hubiera sorprendido es que no lo fueran, y por favor, que no se saquen a colación a los recurridos y mal utilizados estoicos.

Paco: pese a ello, predicaban un trato fraternal.

Cristóbal. Si, claro, pero es que esclavitud y tortura no son sinónimos. Eso es cosa de las películas. Hubo crueldad y tortura, por supuesto, pero aceptar la esclavitud, no era aceptar necesariamente la tortura. Sería como decir que aceptar la ley era aceptar la tortura a que daba pie. También, pese a todo, hubo amistad, colaboración, etc.

Pero vayamos al aspecto más importante que puede explicar la posición de Pablo y de la Iglesia naciente: el espiritualismo, que les lleva a despreciar el mundo material y las convenciones sociales. Pablo dice: en Cristo no hay ni judío, ni heleno, ni hombre ni mujer, ni esclavo, ni libre (cito de memoria). Habla claramente del mundo espiritual, desprecia el mundo material, su creencia es plenamente escatológica. Espera para muy pronto el fin del mundo y la segunda venida de Cristo. Y es la fe la que los salvará.

Este aspecto del espiritualismo me parece muy importante, porque creo que es la razón del triunfo del cristianismo. En un entorno brutalmente materialista y con unas religiones, limitémonos al judaísmo a la oficial de Roma, muy materiales y ritualistas, el espiritualismo cristiano era una puerta abierta al alma del hombre. El judaísmo tenía relación espiritual, pero seguía apegada a sus sacrificios de animales, regando el ara con la sangre de las víctimas. El cristianismo nunca reivindicó el sacrificio de animales. La religión oficial romana era un puro ritual político. La adoración del dios emperador nos da la clave.

En suma, su espiritualismo le lleva a despreciar el mundo material y en ese contexto de esclavitud universal extrañarse o escandalizarse de las palabras de Pablo, me suena a impostura. Sin embargo, desde muy pronto surgen voces antiesclavistas, profundamente humanistas, como la de Gregorio de Nisa, que cito ampliamente y que no creo que fuera una voz aislada en el desierto.

En mi opinión, hay dos almas que han convivido en la Iglesia desde el primer momento, aquella que se ha preocupado principalmente por su construcción institucional, muy burocrática, y la más humanista. Triunfó la primera, sobre todo tras Constantino. Pero no murió la segunda. Un problema importante es que la Iglesia burocrática triunfante no permitió la disidencia. Se arrogó la exclusividad de la verdad única y su transmisión, y ahí es muy difícil pensar y actuar en libertad. ¡Hay tanto añadido que no se puede justificar por los evangelios!

Paco. Señalas un tema fascinante, pero amplio y complicado. Sigamos ¿Y la complicidad? Esta sí que suena a acusación y condena. Complicidad sólo se relaciona con hechos malos, revela doblez, engaño.

Cristóbal. Este es otro asunto. Me refiero a la actuación en el siglo XVII y siguientes, una época y situación muy distintas del siglo Iº. Definamos cómplice para saber exactamente a qué nos referimos: un cómplice es aquel que contribuye a una acción, puede ser o no un delito, sin tomar parte en su ejecución material. También podemos decir que es alguien que por hacer un bien inmediato, contribuye a un mal mediato, aunque no participe en su ejecución y no sea del todo consciente. Hay complicidad activa y complicidad pasiva.

Para mí, los dos primeros siglos del cristianismo, sobre todo el 1º, es la época de la inocencia. Pero el siglo XVI y sucesivos es la época de la hipocresía, y no sólo en la Iglesia Católica, sino también en la Luterana, Calvinista, Anglicana, etc. Con alguna ínfimas excepciones que fueron ahogadas en sangre, aunque su semilla fructificase a la larga, como el caso de los Anabaptistas y posteriormente los Cuáqueros.

Centrémonos sólo en dos personajes españoles de gran renombre e importancia histórica sobre el tema de la esclavitud. Luis de Molina y Sandoval (su discípulo Pedro Claver es un ejemplo perfecto, aunque no teorizó y por eso no lo trato en el libro).

Molina conocía perfectamente la injusticia, la inhumanidad y la crueldad ejercida sobre inocentes en la esclavitud. Lo describe con todo detalle y condena sin paliativos estos actos, pero no condena la esclavitud. No sólo eso, sino que da un argumento demoledor a favor del esclavista: la buena fe del comprador. Si la compra ha sido hecha de buna fe, es legítima, y se puede proceder con toda la larga cadena de la esclavización. Es más, defiende que en caso de duda sobre la legitimidad de la esclavización, el derecho de propiedad prevalece sobre el de la libertad hasta que se demuestre. Tal vez sea duro mi juicio, pero aquí si veo complicidad activa. ¿Por qué teoriza así? No sé si por falta de valentía, por los muchos intereses en juego, no sé, pero el caso es que le ha abierto la puerta al mercader esclavista, sobre todo a los segundos compradores en América, sin los cuales el comercio no se daría.

El segundo caso. Son dos personajes extraordinarios en su propia contradicción, que para mí es la del propio Cristianismo. Tras mucho dudar titulé los apartados: Jesuitas, esclavismo, piedad y evangelización, y el siguiente: Piedad, sacrificio y colaboración. En ellos pongo de manifiesto la brutal contradicción que viven algunos de estos personajes, especialmente Sandoval y Pedro Claver, nadie puede negar su entrega y sacrificio hasta la muerte, pero lo que vemos es que recogían a los esclavos enfermos, heridos, desnutridos, o sea, humanamente destruidos, los cuidaban, restañaban sus heridos y luego los devolvían a los dueños. ¿Por qué no clamaron contra la esclavitud del negro?, ¿por qué no se levantaron como abolicionistas? Había sonoros antecedentes en el caso de los indios. Lo lamento mucho, porque para mí son excelentes personas víctimas de su ideología y creencias religiosas, pero no puedo sino calificarlos de cómplices de los esclavistas.

Mi juicio al respecto es que los teólogos juristas de esta época, que son muchos y excelentes, están demasiado imbuidos de la ideología eclesiástica católica, son incapaces, psicológicamente, de separase o divergir de la doctrina oficial de la “única Iglesia verdadera”, yo los veo como rehenes de unas creencias que en el fondo les hacen daño, en algunos casos les cuesta la vida, creencias además que son esenciales en el Credo.

En paralelo se dan otras figuras también extraordinarias: Francisco José de Jaca y Epifanio Moirans, los primeros abolicionistas de verdad que se dieron en América, y fueron combatidos tanto por las autoridades eclesiásticas como por las seculares. Pagaron su atrevimiento. Son otra muestra más de las contradicciones internas del cristianismo, que nunca abandonó por completo la igualdad fraternal entre los hombres. Pese a la burocracia de la institución, humana, demasiado humana, la semilla permanecía y brotaba de vez en cuando.

Lo tremendo es que la “oficialidad” continuó apoyando y disfrutando, en todas las iglesias, de la esclavitud hasta finales del S. XIX, cuando se sabía y era plenamente aceptado que sólo era un negocio, que no tenía apoyo ni justificación moral de ninguna clase, y el movimiento abolicionista cristiano, los cuáqueros, ya llevaba 200 años luchado. Por cierto, es de justicia señalar que el abolicionismo es esencialmente cristiano, no se da en otra confesión religiosa, y no tiene su origen ni en la política, ni en la filosofía. La intelectualidad de la ilustración, brilló por su silencio y en ocasiones descarada complicidad.

 

Paco. Vayamos ahora a la última pregunta que haces en la presentación y que la presentas como el problema clave: la conciliación de la doctrina de la creación por Dios de hombres a su imagen y semejanza, libres e iguales, y la esclavitud. Según tu parecer esta conciliación no se ha dado a lo largo de la historia, con las raras excepciones que señalas. ¿Podemos decir que hoy que se ha alcanzado la conciliación?

Cristóbal. Podemos dar dos respuestas, un sí y un no en absoluto. Veamos, el núcleo del problema es la desigualdad entre los hombres. La esclavitud es sólo una parte de esta desigualdad, la más extrema, pero no la única. La esclavitud oficial terminó en el mundo occidental cristiano a finales del XIX, y ha quedado como un gran estigma del que avergonzarnos, por lo que la respuesta es sí.

Pero la desigualdad continúa, está en el racismo, en el clasismo, en el elitismo, etc. y desgraciadamente ninguna iglesia cristiana ha luchado a fondo contra esa desigualdad, por el contrario, se encuentra muy cómoda en ella. Un ejemplo extremo no católico: la iglesia anglicana en la India o Sudáfrica. Al respecto, podemos decir que se ha fracaso.

Durante dos milenios las iglesias cristianas han convivido y perpetuado la desigualdad, sus miembros siempre se han situado en la capa superior. Han manifestado muy poco interés por la condiciones de vida material de los creyentes y humanos en general. Se ha refugiado en un espiritualismo que ha dejado abandona la vida concreta. La fe, la pureza espiritual, eso era lo importante. En algunas iglesias reformadas se llega al paroxismo en esta cuestión. Atender y cuidar la vida material de los hombres siempre despertó sospechas. En paralelo, vemos jerarcas eclesiásticos, hoy día, gastando millones en apartamentos de lujo, millones que se sustraen de las ayudas a los necesitados. Está a la vista y se consiente. Dan ganas de llorar cuando se ve a un papa, Juan Pablo II, salir tan ufano al balcón acompañado por dictadores manchados de sangre, como Efraín Ríos Mont, la ONU lo condenó por genocida, o el dictador Pinochet, y, a renglón seguido, humillar públicamente ante las cámaras de todo el mundo (nunca mejor lo de urbi et orbi) a un humilde sacerdote arrodillado, Ernesto Cardenal, que se atrevió a decir que la Iglesia siempre se había confundido a favor de los ricos, alegrémonos porque una vez pueda confundirse a favor de los pobres (cito de memoria). Acusado de “comunista, lo apartó. No tan escandaloso, pero similar ha sido el comportamiento de muchas otras iglesias.

Ahí tenemos la reacción frente a la Teología de la Liberación. Cómo se maltrató a Hélder Cámara… y a tantos otros después, en fin, esta historia es contemporánea, no hay que insistir porque la conocemos bien, sólo nos queda confiar en Francisco, que quiera y pueda hacer algo por remediar esta historia desigualitaria de la Iglesia.

Paco. Te has despachado a gusto.

Cristóbal. Solo la verdad nos hará libres, ¿no? Seamos sinceros con nuestra verdad y digámosla sin miedo, aunque aceptando que sólo es la nuestra.

Paco. Una última cuestión que no pertenece al libro, pero viene a cuento. En qué medida, piensas, el cambio de la iglesia o de algunos sectores ha estado influido más por el pensamiento marxista que por el propio mensaje cristiano.

Cristóbal. Paco, este es un tema para matrícula. Se ha estudiado bastante esta influencia, tal vez su estudio no se haya hecho muy popular, excepto la propaganda de los marxistas que como sabemos es muy eficaz.

Vuelvo a lo que dije antes, la Iglesia es una institución humana dirigida por humanos, por tanto influida por los movimientos de todo tipo que se dan en la historia. Sus miembros eclesiásticos o seglares, están dentro de los aconteceres histórico, forman parte de ellos. Qué quiero decir, que por supuesto el marxismo ha influido en los cambios de las Iglesias, y bienvenido sea, como ha influido en nuestras vidas y en nuestra forma de pensar. Yo fui educado en el nacional catolicismo, mira si me ha influido. Ahora bien, creo que es un error pensar que sólo ha habido influencia unidireccional del marxismo, como si esta teoría y doctrina política no fuese un producto histórico influido por su contexto. Y ese contexto es la cultura cristiana. No se puede entender nada de la cultura occidental si excluimos el cristianismo. Por tanto, la pregunta que también debemos hacernos es: en qué medida el marxismo tiene sus raíces en el cristianismo.  Desde los mismos inicios se ha dado en el cristianismo una corriente igualitaria que ha perdurado toda la historia, en muchas ocasiones reivindicando la pobreza evangélica. Con frecuencia fueron condenadas por heréticas y en más de una ocasión ahogadas en sangre, por todas las iglesias, la católica y las reformadas. No hay en la historia de occidente, movimiento social que no responda en el fondo a valores cristianos, aunque haya procedido a una fuerte secularización.

Paco, eso es todo por ahora, ya me he abusado bastante. Me habría gustado que esta conversación hubiera sido presencial, y me gustaría que, cuando se pueda, nos reunamos con otros muchos y podamos debatir sin límites estas cuestiones y todas en la que yo tenga una opinión que dar. Tengo mucho interés en oír otras voces. Me estoy convirtiendo en un viejo desorientado y necesito balizas.

 

Un cordial saludo a todos y a ti un fuerte abrazo.

Paco. Gracias