17 de mayo. Celebramos el día contra la LGTBIfobia

Mikel Labiano, miembro de CVX València. Profesor titular de filología griega en la UV.

Margaret Mayans, pertenece al Grup Cristià dels dissabtes, a DonesCreients y ha sido componente del Grupo consultivo Europeo de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD)

17 de mayo. Celebremos el día contra la LGTBIfobia

El domingo 17 de mayo se celebra el día contra la LGTBIfobia, es decir, el día contra el rechazo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales. La fecha viene dada en conmemoración de un 17 de mayo de 1990, día en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió eliminar la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Por ese motivo, el 17 de mayo es una jornada mundial de denuncia de la discriminación que muchas personas LGBTI sufren aún hoy en día. Para las comunidades cristianas LGBTI es una jornada mundial de oración, a la que estamos llamadas todas las personas que creemos en la dignidad plena de todos los hijos de Dios. Cada año se acuerda mundialmente un lema común que centre la oración. Este año es: “Ya no importa ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque unidos a Cristo Jesús todas y todos sois uno solo”.

Con ese motivo, dos humildes seguidores del Compasivo (Mikel Labiano, miembro de la CVX San Ignacio de Valencia; y Margaret Mayans, integrante de DonesCreients) queremos compartiros dos cosas: primero, un poco de pedagogía en torno a un par de puntos, que nunca está de más; y, segundo, después de tanta idea, un testimonio un poco más pegado al corazón. ¿No dicen que el roce hace el cariño? Pues eso.

Empecemos con la parte pesada y aburrida y hagamos un poco de pedagogía con algo que suele confundirse mucho y que da lugar a grandes equívocos. Pablo en su carta a los romanos habla del gravísimo pecado en que incurren “los hombres que, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en el deseo apasionado de unos con otros, hombres con hombres” (Rom. 1.27). Junto con el pecado de Sodoma en Gn 19.1-29, la prohibición del Levítico en Lv 18.22 y 20.13, alguna otra referencia veterotestamentaria y algunos otros textos paulinos como 1 Cor 6.9-10 y 1 Tim 1.9-11 (los evangelios no dicen una palabra…), este es uno de los textos que con más frecuencia se emplea para condenar la homosexualidad en el cristianismo. Queremos fijarnos concretamente en Rom. 1.27 ἀφέντες τὴν φυσικὴν χρῆσιν, “abandonando el uso natural”. Es decir, parafraseando a Pablo, “yo soy heterosexual y abandono este uso connatural mío para hacerme homosexual”. Idéntica mentalidad de quita y pon en las cuestiones de identidad y preferencia sexual llega hasta nuestros días. Por ejemplo, el propio obispo de Roma, Francisco –sin duda alguna, un gran regalo para la Iglesia–, en la maravillosa exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia en su parágrafo 56 avisa del desafío que supone la ideología, genéricamente llamada “gender” (muchos de nuestros amables obispos y los “intelectuales” de la derecha ideológica hablan machaconamente de la “ideología de género”) que, según sus palabras literales, promueve que “la identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo”. Tan brillante y esperanzador en tantísimos aspectos, aquí pincha el Papa –sentimos decirlo–. ‘Opción’ quiere decir en román paladino que se escoge, que se elige: a uno se le presentan delante varias opciones y escoge. Dicha opción/elección puede además cambiarse con el tiempo –se dice–, a voluntad (=opción, recuérdese. Según el diccionario de la RAE: optar, del latín optāre: escoger algo entre varias cosas). A San Pablo puede perdonársele porque la ciencia de su tiempo llegaba hasta donde llegaba. También Josué (Jos 10.13) dice que “el sol quedó quieto y la luna inmóvil hasta que se vengó el pueblo de sus enemigos”, y hasta un niño de primaria sabría decir hoy en día que eso no es posible, sin ser merecedor por ello de una condena de anatema por herejía. Pues al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios (Mt 22.21), y a la ciencia lo que es de la ciencia, porque ya se sabe que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Y la ciencia, sin saber a ciencia cierta –eso sí– cuál es el origen preciso de la homosexualidad, sí sabe que la orientación sexual no es algo que se elija, por lo que se opte, sino que viene dado con la persona. En consecuencia, ni se opta, ni se elige, ni se cambia a voluntad con el tiempo. Como mucho, puede ser algo difícil y costoso de descubrir para un individuo al que se le ha dicho desde su más tierna infancia que, si tienes pilila, eres un hombre y te habrás de casar con una mujer; y que, si tienes hucha, eres mujer y harás de hacer lo mismo con un hombre. Qué sucia tiene que ser la mente y el corazón de alguien –cuánto de sus propias perversiones tiene que proyectar en ello– para afirmar que la orientación sexual se elige, se cambia, etc. ¡Habría que ser gilipollas integral para elegir voluntariamente ser gay o lesbiana, con la cantidad de problemas añadidos que conlleva por culpa de tantos perfectos y perfectas! Aún si fuera por vicio… entonces sí, vale, todos a la hoguera; pero es que el punto de partida es falso. A ver, ¿cuántas personas han escogido, por ejemplo, su heterosexualidad? Se nos pueden venir a la cabeza los nombres de algunos prelados pero, por lo que parece, no, esa no es la norma, ni el uso ni la costumbre. Estamos hablando de algo que no se elige ni se cambia, ¡aprendámoslo, por favor!

Este era el primer punto pedagógico, ahora viene el segundo. Con la llamada ley natural –que, existir, existe, desde luego– hay un no pequeño problema metodológico. Consideramos a Roma la gran inventora del derecho (y es verdad que los antiguos romanos fueron maravillosos codificadores del derecho), pero ya antes de ellos los griegos establecieron con nitidez meridiana la diferencia entre lo que es natural y lo que es por simple convención humana. Por desgracia, muchas ‘verdades’ establecidas por convención humana se han trasvasado a los caudales del derecho y de la ley natural. Uno puede tener, por ejemplo, una determinada concepción teológica, ideológica, moral, culinaria, etc. de cómo es o debe ser la realidad, de cómo son o deben ser las cosas y, a partir de ahí, a partir de esas consideraciones generales o universales, aplicarlas a los casos particulares. Eso es lo que se llama procedimiento deductivo, de lo universal a lo particular. Pero resulta que la ciencia procede por inducción, de lo particular a lo general, de modo que la formulación de las grandes leyes de la naturaleza, de la física, etc. se originan a partir de la observación de los hechos particulares. ¿Quién de los sabios que afirman que la homosexualidad es antinatural, contra natura, se ha tomado la molestia de examinar y estudiar los hechos particulares de la realidad, de la naturaleza, el comportamiento de hombres y también de animales? ¿O se ha procedido de contrario modo aplicando a la naturaleza prejuicios previos, forzándola con calzador a que respondiera a no sé qué principio divino y universal? Si así hubiera sido, los oráculos de estos sabios serían merecedores del mismo crédito que los de la pitonisa de Delfos, de la que sigue sin saberse con seguridad a día de hoy qué drogas ingería… Bendito Sexto Empírico, bendita escuela filosófica del sano escepticismo y bendito concepto de la “suspensión del juicio” (ἐποχή, epokhé): si existen las verdades absolutas, nosotros los pobres humanos no tenemos forma inteligible de alcanzarlas, se nos escapan, como se nos escapa lo absoluto. Por consiguiente, ni se niegan ni se afirman, simplemente dejamos nuestro juicio en suspenso. No somos dioses, ¡líbrenos el Señor de querer serlos!

Vamos ahora con el testimonio personal. Nos lo cuenta Margaret en primera persona:

Y yo quiero dar mi experiencia de “perseguidora” de personas con diferente sexualidad a la mía, sin darme cuenta del daño que les producía. Sin entender el que se hayan visto aterrorizadas por sacar a luz  su propia manera de vivir su sexualidad , el que muchas veces hayan tenido que esconder su manera de expresar su amor por verse despreciados por sus propios padres, hermanos, familia… El despreciar a gente valiosísima por juzgar su sexualidad como maligna.

Hasta que no caí en la cuenta del dolor que les ocasionábamos la gente “normal” (¿de dónde habremos sacado esa presunción, Dios mío?), no percibí mi error en sentenciar a la frustración e incluso al desespero a vidas absolutamente inocentes que por desgracia a veces acudían a maldades por salvaguardar su vida.

He tenido la suerte de “caer en la cuenta” no solo de esto sino de muchas equivocaciones gracias a retirarme en EE ignacianos y de ponerme a tiro de grandes expertas y expertos en espiritualidad cristiana.

Y me indigna pensar que desde pequeñas, desde niños, sufren por no ser acogidas, acompañados, en su modo completamente legítimo y normal de sentir atracción sexual.

Sufren también sus familias que tienen que lidiar entre el amor a sus hijas e hijos, gays, lesbianas, transexuales… y su “manera correcta de cómo deben comportarse”.

Hoy ya disfruto de amistades que me entienden, saben que he aprendido, que comparten vidas, historias, risas y llantos conmigo sabiendo que nos comprendemos, amamos y apreciamos. Y ese es mi deseo para con quien me relaciono. Que no nos separen las “sexualidades”.

Me da por pensar que la jerarquía católica y las pastorales familiares tienen hoy un gran desafío: escuchar las profecías del evangelio que están más allá de los discursos institucionales religiosos. Así como Jesús vino de Nazaret, lugar excluido del poder religioso y económico, la buena nueva que anuncia el amor y el respeto entre las personas está naciendo en la periferia del catolicismo: en las familias de parejas gays, de las mujeres lesbianas que adoptan bebés, de madres solteras y mujeres abandonadas, que cuidan solas de su prole, de las familias de sacerdotes casados que han tenido que alejarse de su vocación, de personas transexuales que peregrinan para construir sus familias, de parejas que constituyen familia sin optar por tener hijos. Muchas de estas personas excluidas de la mesa de la comunión por el poder religioso…

Quizá debemos orar más el Evangelio, escuchar en silencio a Jesús de Nazaret, dejar que el Espíritu de Dios nos inunde de Amor e inteligencia para comprender a las/los prójimos.

Celebremos el día contra la LGTBIfobia. ¡Feliz 17 de mayo!

Mikel Labiano

Margaret Mayans