Ante la situación de los inmigrantes (2001)

ANTE LA SITUACIÓN DE LOS INMIGRANTES (2001)

Sacerdotes y laicos de comunidades, movimientos y parroquias populares, en comunión con los compañeros ecuatorianos encerrados en la Parroquia de Vera para reclamar trabajo y reconocimiento legal, queremos mostrar nuestra solidaridad ante la situación que sufren los inmigrantes y ante la degradación de la dignidad, que padecen por su condición de extranjeros.

Vivimos actualmente una página sombría, que afecta profundamente a la conciencia humana y al proyecto  cristiano de convivencia basada en la fraternidad y en la preferencia por los empobrecidos. Este es el indicativo de todas las tradiciones bíblicas:  “no oprimirás ni vejarás al emigrante, porque emigrantes fuisteis vosotros en Egipto” (Éxodo 22, 20) y “No olvidéis la hospitalidad, que por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Hebreos 13, 2). En la simbología bíblica, los emigrantes son hermanos, enviados y consejeros.

Los asuntos y las situaciones, que actualmente afectan a la dignidad humana de los inmigrantes,  interpelan nuestra conciencia de ciudadanos y reclaman un posicionamiento inequívoco desde la solidaridad con las víctimas. Por lo cual:

DENUNCIAMOS que

* Las actuales inmigraciones de origen económico evidencian con toda radicalidad la quiebra moral, política y religiosa de nuestra sociedad. Los que llegan hambrientos de pan y llenos de coraje, de desarrollo económico y de acceso a las fuentes de riqueza, pertenecen en igualdad de condiciones a la única familia humana sea cual fueren sus culturas y sus civilizaciones.

* Los inmigrantes sufren una situación insoportable, una humillación incesante y una frustración infinita, tanto por la explotación de algunos patronos sin escrúpulos y las condiciones inhumanas de algunos empleadores clandestinos como por una política migratoria cicatera y el marco legal que les coloca en una situación ilegal irreversible.

* El fenómeno migratorio está provocado, fundamentalmente, por la doble injusticia, que conforma la brecha abismal que existe entre Norte-Sur hasta el límite del expolio y la desigualdad, que frecuentemente llega hasta la degradación, en el seno mismo de las sociedades del sur. Y por la insuficiencia de la globalización económica y de la actual fase del capitalismo que desplaza a millones de personas por todo el mundo, como mero recurso económico, globalizando las mercancías y nacionalizando a las personas.

* La inmigración ha desvelado el grave error de fundar la nación sobre criterios étnicos, históricos y económicos en lugar de criterios cívicos. Así mismo, ha desvelado que el concepto actual de ciudadanía sufre una peligrosa expropiación que reduce al inmigrante a un recurso, cuyo derecho a la existencia depende únicamente del interés económico, del grado de rendimiento y de su utilidad para el capital.

* La arrogancia del Gobierno al abordar las situaciones de los inmigrantes, el linchamiento moral de una legislación injusta y la manipulación incesante de los sentimientos de la ciudadanía, que chocan con el sentido de la hospitalidad del pueblo español. Se prefiere la rápida expulsión del país antes que reconocer el derecho de todo ciudadano a la inmigración; se está más obsesionado por el control en la entrada y de la expulsión que por la dignidad del inmigrante.

* Asimismo, denunciamos nuestra tibieza personal y la debilidad de la comunidad eclesial a la hora de promover acciones concretas y eficaces que manifiesten la radicalidad del imperativo bíblico ante los extranjeros y la centralidad evangélica de solidarizarse con los empobrecidos.

 EXIGIMOS 

1.- A la conciencia cívica de la sociedad

Que la inmigración deje de abordarse como problema, amenaza y miedo, que genera necesariamente exclusión social, racismo popular y xenofobia; y pase a entenderse como proyecto de civilización y de convivencia, como cooperación e intercambio, como realización de una sociedad y ciudadanía mundiales.

2.- A los poderes económicos

Que la globalización económica, que demanda mano de obra e ignora las necesidades de las personas,  atienda los requerimientos personales y familiares, sindicales y políticos  de los inmigrantes. Cuando la globalización económica ha abierto las fronteras para que circulen libremente las mercancías y los artefactos, no hay ninguna razón sustentable que permita defender que la emigración no sea un derecho de cada uno, el derecho a disfrutar de los beneficios de un mundo que también ayudaron a construir.

3.- A los gobiernos y partidos políticos

Que los inmigrantes sean reconocidos como ciudadanos de pleno derecho, más allá de sus circunstancias de raza, etnia, religión o nacionalidad y gocen, en consecuencia, de todos los derechos reconocidos por las convenciones internacionales, en materia de trabajo, educación, salud, vivienda, servicios sociales, reagrupamiento familiar y “a la permanencia legal de aquellos que se encuentran en situación irregular” (Comisión Permanente del Episcopado).

Que se abandone la reducción jurídica del emigrante a la categoría de  “legales o ilegales”, ya que una sociedad, moralmente desarrollada, no puede convertir lo legal en la máxima instancia ética. Existen derechos de las personas, que prevalecen sobre las legitimas facultades discrecionales de los gobiernos.

4.- A las iglesias

Que los inmigrantes encuentren en la Iglesia y en sus providencias un espacio de acogida donde sientan palpablemente su pertenencia a una comunidad y puedan  reconocerse como familia humana, capaz de trascender los compromisos locales y la lealtad limitada a los nacionales. Que la Iglesia invite a la movilización diaria a fin de que se reconozcan los derechos políticos y sociales de los inmigrantes. Que la Iglesia intente con coraje explorar los caminos de la solidaridad ante el desarraigo que sufren los inmigrantes. La actual inmigración está llamada a hacer un aporte sustancial a la construcción de la Iglesia ya que le aporta todas las sangres, evitándole caer en un simple ejercicio retórico. Cuando el “otro” se sustancia en cercanía y la presencia del empobrecido cuestiona el bienestar de los satisfechos, amanece el rostro vivo del resucitado.

INVITAMOS  a secundar los actos de solidaridad, que sean convocados por los propios emigrantes, sus asociaciones y organizaciones que les representan.

 Valencia, a 20 de enero de 2001

Grup de Rectors en parròquies populars i obreres